“Las hojas viejas se marchitan, mueren y caen,
y los nuevos brotes se extienden hacia la luz.”
Esta cita de Bryant McGill, autor, orador y líder de opinión estadounidense que aboga por los derechos humanos y la igualdad de género, trata sobre el ciclo natural de la vida y la importancia de dejar atrás el pasado para acoger nuevos comienzos.
Utiliza la metáfora de un árbol para ilustrar que el final de una fase es necesario para el inicio de otra, fomentando la idea de que el cambio es un proceso vital y continuo.
Para nosotros, los cristianos, estamos comenzando la temporada de Adviento, que marca el final de un año litúrgico o el comienzo de uno nuevo, según cómo lo veas.
Para algunos, la temporada de Adviento se centra en la preparación y la expectativa, la anticipación del nacimiento de Cristo en la temporada previa a la Navidad, y esto forma parte de la historia, pero hay más que eso en el Adviento.
La lectura del primer domingo de Adviento del profeta Isaías nos recuerda que el pacto que Dios hizo con la creación se cumplirá con la venida de Jesucristo.
“Porque de Sión saldrá la enseñanza del Señor, de Jerusalén vendrá su palabra.
El Señor juzgará entre las naciones y decidirá los pleitos de pueblos numerosos…” (Isaías 2:3).
Estas palabras del profeta Isaías son una meditación de fe, y que incluye múltiples voces, acerca de la crisis de la destrucción de Jerusalén en el año 587 A.C., y las crisis consiguientes de deportación y pérdida que sufrían los pueblos de Israel y Judá.[1]
Estas palabras también pretenden ofrecer un mensaje de esperanza y de restauración.
“… Ellos convertirán sus espadas en arado y sus lanzas en hoces. Ningún pueblo volverá a tomar las armas contra otro.” (Isaías 2:4).
Aunque los creadores del libro de Isaías no conocían el camino a seguir, está claro que no dudaban de que había un camino a seguir.
El libro de Isaías se proyecta hacia un futuro que acaba de comenzar con la promesa de Dios, una promesa que no está completamente formada ni desarrollada, y sin embargo es un futuro tan seguro como el Dios que planea y construye.[2]
Al comienzo de esta temporada de Adviento, se nos recuerda que la consumación del propósito de Dios para la creación se presenta como la segunda venida de Cristo. Y cuando llegue ese momento, no nos encontraremos a un desconocido, sino a quien ya ha estado entre nosotros. A alguien que no conocimos en persona, y sin embargo, conocemos, amamos y sentimos cada día.[3]
También se nos recuerda que el fin de los tiempos llegará inesperadamente y que, como nuestros antepasados, experimentaremos momentos en los que lo que nos espera será incierto.
Hace apenas tres semanas fui elegido como el próximo obispo de nuestra diócesis. Estas son noticias que pueden traer naturalmente para algunos la incertidumbre de un futuro, o la melancolía que traen los finales.
El primer domingo de Adviento es perfectamente apropiado para ese momento en la vida de nuestra diócesis, porque estamos invitados a cambiar nuestro enfoque, de nuestras preocupaciones terrenales hacia el tronco que brotará, tal y como Dios ha prometido. Estamos invitados a preparar nuestro corazón y nuestra mente para lo que Dios nos tiene preparado.
La gente en la época de Isaías encontró esperanza en la promesa de un salvador. La gente en la época de Mateo encontró esperanza en la segunda venida de Cristo.
Nosotros somos personas de esperanza, y encontramos esperanza en un Cristo que volverá algún día, y que siempre está dispuesto a renovar nuestras vidas, cada día.
Al inicio del Adviento o nos centramos en las preocupaciones sobre lo que está por venir para nuestras comunidades y nuestra diócesis, o podemos esperar con ilusión la renovación que Dios nos tiene reservada.
Al principio del Adviento, Jesús nos invita a esperar con paciencia y bien atentos. Él nos invita a esperar con esperanza, para que nuestros corazones no se sientan pesados por las preocupaciones de este momento de transición.
En medio de nuestras preocupaciones, Dios está obrando para cumplir un objetivo que lo abarca todo. Dios sigue trabajando en transformar las lindas comunidades espirituales de nuestra diócesis; Dios está trabajando para asegurarse de que lo antiguo dé paso a algo radicalmente nuevo.
Al comienzo de esta temporada de Adviento, a través del libro de Isaías y el Evangelio de Mateo, nos damos cuenta de que vivimos tiempos difíciles e inciertos como nuestros antepasados.
También recordamos la promesa presente en toda la Biblia, de que Dios SIEMPRE estará presente entre nuestras comunidades y nuestra diócesis, como se promete en el libro del profeta Isaías:
“No tengas miedo, pues yo estoy contigo; no temas, pues yo soy tu Dios. Yo te doy fuerzas, yo te ayudo, yo te sostengo con mi mano victoriosa.” (Isaías 41:10).
Tras la elección de un nuevo obispo, esta diócesis se encuentra en una situación similar a la de Israel al final del Antiguo Testamento: en expectativa y esperando en oración lo que está por venir.
Israel miró hacia atrás a las acciones pasadas y generosas de Dios en su nombre, al guiarlos fuera de Egipto durante el Éxodo, y sobre esta experiencia, llamaron una vez más a Dios para que actuara por ellos.
De la misma manera, y durante el Adviento, les invito a ustedes y a sus comunidades a mirar atrás a las acciones pasadas y llenas de gracia que Dios ha hecho en su nombre, mientras que al mismo tiempo miran con emoción a lo que Dios nos tiene preparado.
En este sentido, el himno de Adviento “Ven, Ven, Manuel” representa perfectamente el grito de esta diócesis durante la temporada de Adviento:
Oh Ven, oh ven, Emmanuel,
rescata ya a todo aquel,
que piensa sólo en su situación
y espera su liberación.
¡Vendrá! ¡Vendrá! Emmanuel;
Alégrate como lo hizo Israel!
Esperen con paciencia;
Esperen con esperanza;
Oren sin parar;
Estén atentos;
y alégrense, porque Dios está con ustedes.
Amén
[1] Walter Brueggemann, “Una introducción al Antiguo Testamento,” página 177
[2] Walter Brueggemann, “Una introducción al Antiguo Testamento”, página 189
[3] Boring & Craddock, “El Comentario del Pueblo sobre el Nuevo Testamento,” página 266