My siblings in Christ in the Diocese of Los Angeles:

“Peace be with you,” our Lord said to his friends when he appeared to them after the Resurrection. And then he said it again: “Peace be with you.” According to the account in John’s gospel (20:19-23), they were afraid of Jerusalem’s religious authorities. Their fear was akin to what many feel about the coming election, especially our vulnerability to events beyond our control. Our faith is that Jesus’s two-fold promise is meant for us as well, even as Nov. 5 looms. And it surely is. Peace be with you. Peace be with you.

But Jesus twins peace with empowerment and responsibility. In the same encounter, he vested the apostles with heaven’s own authority when it came to forgiveness of sin. As I write today, I read this as a challenge to my Christian identity. His friends were terrified of those in power and no doubt angry at what they’d done to him. Jesus chose the moment of their maximum fear to confer the power to condemn or absolve their enemies. It was up to them whether to act in vengeance or the soul of grace.

We too are being invited to make best use of our authority in Christ, devoting ourselves to the glory of God and to what is best for all God’s people. In that spirit, three propositions and a prayer:

If we can, we put relationships first. The baptismal value of respecting the dignity of every human being applies even to political antagonists. Unless we think we can change someone’s mind, and I probably never have, it is better to listen to a differing view and see what it teaches us. If necessary, we avoid talking about politics, and when we can’t, we resist the impulse to sever relationships with those who disagree.

We vote and advocate. Our obligation to perfect the Union won’t end with this election. Write your representatives. Donate when you can. Under the Electoral College, 40,000 people can decide a presidential election. Take that as a sign of the individual’s power to make a difference, especially locally. Work on a school board or city council campaign. Testify before the planning commission in favor of affordable housing.

We center our Christian and Episcopal identity in all we do in the public square. Stressful times are opportunities to rededicate ourselves to practices of private prayer and meditation. Our mission or parish offers opportunities for fellowship, study, service, and mutual reassurance. Beyond personal and parish life, a vital dimension of our heritage as Anglicans is understanding that we are part of the social fabric and invested in its well-being. As Episcopalians, we have a charism of proclaiming equity for all God’s people as God had fashioned them in magnificent diversity, notwithstanding race and nation, orientation and identification. In this respect, one cannot counsel compromise. In our private and public discourse, we speak up in Christ’s name especially for those being scapegoated most ruthlessly such as our trans and immigrant worker siblings.

Almighty and everlasting God, the sweep of human history discloses that only free, fair, and peaceful elections, and our civic covenant to abide by their outcomes, can contain your people’s unruly temperaments and competing needs, desires, and grievances. We pray for an orderly United States election. We pray that candidates will abide by the results and model acceptance for their followers. Best prepared by your grace for their next campaigns will be winners who resist triumphalism and losers who resolve to learn the right lessons from defeat. Above all, we pray for peace and for liberty and justice for all, and we abide in your promise that you will make all things work together for what is good and righteous for those with faith in your providence. We pray in the Risen One’s name. Amen.

Yours in Christ’s love,

The Rt. Rev. John Harvey Taylor
VII Bishop of Los Angeles


24 de octubre del 2024

Mis Hermanos y Hermanas en Cristo en la Diócesis de Los Ángeles:

“Paz a ustedes,” les dijo nuestro Señor a sus amigos cuando se les apareció después de la Resurrección. Y nuevamente les dijo: “Paz a ustedes.” De acuerdo con el evangelio de San Juan (20:19-23), ellos tenían miedo de las autoridades religiosas de Jerusalén. Su temor era similar a lo que muchos sienten con respecto a las próximas elecciones, especialmente nuestra vulnerabilidad con respecto a eventos que están fuera de nuestro control. Nuestra fe es que esta promesa doble de Jesús también es ofrecida a nosotros a medida que se acerca el 5 de noviembre. Y ciertamente lo es. Paz a ustedes. Paz a ustedes.

Pero Jesús combina la paz con el empoderamiento y la responsabilidad. En ese mismo encuentro, él ha conferido a los apóstoles con la autoridad del cielo para perdonar los pecados. A medida que les escribo el día de hoy, leo esto como un desafío a mi identidad cristiana. Sus amigos estaban atemorizados por aquellos que estaban en el poder y sin duda enojados por lo que le habían hecho a él. Jesús escogió el momento en el que tenían el mayor temor para conferirles el poder para condenar o absolver a sus enemigos. Estaba en sus manos el actuar con venganza o con un alma de gracia.

Nosotros también somos invitados a utilizar de la mejor manera nuestra autoridad en Cristo, dedicándonos a la gloria de Dios y buscando siempre lo mejor para el pueblo de Dios. Es con ese espíritu, que les doy estas tres proposiciones y plegaria:

Si lo podemos hacer, pongamos nuestras relaciones en primer plano. El valor bautismal de respetar la dignidad de todo ser humano aplica también aun para aquellos antagonistas políticos. A menos que pensemos que podemos cambiar la mentalidad de alguien, y probablemente yo nunca lo he podido hacer, es mejor el escuchar una perspectiva distinta y ver que nos puede enseñar. Si es necesario, evitemos hablar sobre la política, y cuando no podemos hacerlo, resistamos el impulso de dañar nuestras relaciones con aquellos con los que no estamos de acuerdo.

Votemos e Intercedamos. Nuestra obligación de perfeccionar la Unión no terminará con estas elecciones. Escriban a sus representantes. Hagan donaciones cuando puedan. Bajo el Colegio Electoral, 40,000 personas pueden decidir una elección presidencial. Tomen esto como una señal del poder de cada individuo para hacer la diferencia, especialmente de manera local. Trabajen en una junta escolar o en una campaña de un consejo municipal. Den su testimonio ante una comisión de planificación en favor de viviendas asequibles.

Centramos nuestra identidad cristiana y episcopal en todo lo que hacemos en la arena pública. Los tiempos de angustia son oportunidades para volver a comprometer nuestra vida a la práctica del estudio, el servicio, y a alentarnos mutuamente. Más allá de nuestra vida personal y de parroquia, una dimensión vital de nuestra herencia anglicana es el entender que somos parte del tejido social y que debemos trabajar para su bien. Como episcopales, tenemos el carisma de proclamar la igualdad para todo el pueblo de Dios, quien nos he hecho en una diversidad gloriosa a pesar de la raza, la nación, orientación e identificación. Con respecto a esto no podemos ceder. En nuestras conversaciones privadas y públicas, hablamos del nombre de Cristo especialmente para aquellos que son usados sin compasión como chivos expiatorios como nuestras hermanas y hermanos trans y trabajadores inmigrantes.

Dios todopoderoso y eterno, las lecciones de la historia humana nos enseñan que solamente una elección libre, justa y pacífica, y nuestro pacto cívico de respetar los resultados de la misma, pueden contener los temperamentos rebeldes, la necesidad de competir y los agravios. Oramos por unas elecciones ordenadas en Los Estados Unidos. Oramos para que los candidatos respeten los resultados y sean un modelo para seguir por sus seguidores. Ya que los ganadores que puedan resistir el triunfalismo y los perdedores que puedan aprender las lecciones correctas de su derrota serán los que estarán mejor preparados por tu gracia para las próximas campañas. Y, sobre todo, oramos por la paz, la libertad y la justicia para todos y todas, y permanecemos en tu promesa que harás que todas las cosas trabajen en conjunto para alcanzar el bien y la rectitud para los que confiamos con fe en tu voluntad. Oramos en el Nombre del Resucitado. Amén.

Suyo en Cristo,

The Rt. Rev. John Harvey Taylor
VII Bishop of Los Angeles