¿Por qué se siente llamado(a) a ser obispo(a), y concretamente obispa u obispo de la Diócesis de Los Ángeles, en este momento?
Cuando discernía la ordenación al sacerdocio, lo primero y más importante era una llamada a una vida de servicio. En ese momento de mi vida había experimentado una serie de cosas que me enseñaron que, fueran cuales fueran los planes, ideas u objetivos que tuviera para mi vida, todos ellos iban a quedar en nada. Solo cuando dejé atrás esas cosas encontré mi vocación al ministerio ordenado. En esta vocación he experimentado la gracia de Dios de maneras que superan todo lo que podría pedir o imaginar.
La llamada al episcopado es similar. He tenido muchas conversaciones con colegas de confianza, tanto laicos como ordenados, en nuestra diócesis y en toda la Iglesia, que me han pedido que considere el episcopado como el siguiente paso en mi vocación. A medida que el episcopado del obispo Taylor se acerca a su fin, esas voces se han vuelto más fuertes y persistentes.
El ministerio de obispo es algo que me resulta aterrador y atractivo a la vez. Disfruto del trabajo que realizo en la Oficina del Obispo y me veo continuando en la función de obispo diocesano. Al mismo tiempo, el trabajo del obispo es mucho más grande de lo que puedo imaginar desde mi perspectiva. Este tipo de vocación no es algo en lo que se deba entrar de forma imprudente o a la ligera (citando el rito matrimonial del Libro de Oración Común), por lo que busco claridad en este proceso de discernimiento. En el rito de ordenación, el obispo que preside pregunta al obispo electo: «¿Estás convencido(a) de que Dios te ha llamado al oficio de obispo?». El obispo electo responde: «Estoy convencida(o)». Para mí, la convicción viene a través del discernimiento, la conversación, la relación y, en última instancia, a través de la elección. Hasta que sea elegida obispa, no estoy convencida de nada más allá de la llamada al discernimiento.
En cuanto a mi llamada a servir como obispa en la Diócesis Episcopal de Los Ángeles, esta es la diócesis que amo. He tenido oportunidades de servir en otros lugares, pero me he sentido profundamente llamada por la gente y la geografía de nuestra diócesis. Hay mucho que podría decir al respecto, y espero tener la oportunidad de hacerlo durante este proceso de discernimiento. Por ahora, quiero señalar que mi ministerio ha estado marcado por el impacto de los incendios. Desde 2007, con el incendio Camp Fire, que destruyó gran parte de Camp Stevens, y el incendio Tea Fire, que destruyó el monasterio de Monte Calvario, los incendios dentro de los límites de nuestra diócesis han formado parte de mi trabajo habitual. Han inspirado iniciativas de recaudación de fondos, programas educativos, formación en resiliencia ante desastres y una comisión diocesana. Los incendios de Eaton y Palisades de 2025 han tenido un impacto impresionante en nuestra comunidad diocesana y las necesidades pastorales, administrativas y financieras en este momento de recuperación son considerables. Mi corazón se siente atraído por este momento con nuestra comunidad diocesana. Ya sea como obispa o en otra función, no puedo imaginarme no formar parte de este trabajo continuo.