Aún cuando creemos que la ciudadanía eterna de un cristiano está en el cielo, como cristianos vivimos nuestra vida temporal en este mundo, y es en esta vida —y en este mundo— que Cristo nos llama a adorar a Dios y servir a nuestro prójimo. En las ramas de la tradición cristiana occidental que representan nuestras iglesias, siempre ha habido una fuerte intersección entre el llamado espiritual de la iglesia para llevar a cabo el culto y promover la fidelidad y la conducta ética entre los creyentes, y nuestra creencia en el deber del gobierno temporal de utilizar el poder público y el derecho civil para promover la justicia y el bienestar para todos.

De maneras ligeramente diversas, cada una de nuestras iglesias ha enseñado que el compromiso cívico —buena ciudadanía— es el deber de todo cristiano. Si bien nuestras iglesias no siempre han abordado el asunto de la misma manera, y ninguna de nuestras tradiciones ha permanecido estática, en el contexto pluralista y democrático de América todas nuestras iglesias han abogado firmemente para que nuestros miembros participen activamente y se beneficien de los derechos de ciudadanía, particularmente participando en las elecciones. Al mismo tiempo, en su mayor parte nuestras iglesias han evitado la identificación consciente con determinados partidos políticos o la aprobación directa de candidatos individuales, manteniendo el respeto por el derecho de nuestros miembros de votar como se los dicte su conciencia.

Sin embargo, el que no seamos partidistas no significa que nos hayamos desvinculado de los problemas y políticas que afectan a los barrios donde se encuentran nuestras congregaciones locales. De diversas maneras y en diferentes momentos, cada una de nuestras iglesias ha abogado por medidas que han mejorado el bienestar y la salud de la sociedad; todas nuestras iglesias han abogado por una mayor justicia para los desfavorecidos y los privados de sus derechos a causa de prejuicios, ya sean religiosos, raciales o étnicos. Hemos abogado por nuestros propios miembros y hemos luchado por los derechos de los demás. En este compromiso político sentimos que vivimos nuestro llamado del evangelio a honrar a Dios y servir a nuestro prójimo.

Con el tiempo, cada una de nuestras iglesias ha expresado ideas específicas de lo que nuestro voto por el bien del prójimo podría implicar: ampliar los derechos civiles y la equidad racial; políticas de inmigración y refugiados más compasivas; atención médica ampliada; compasión hacia aquellos que sufren desamparo, todos estos son temas que se encuentran en las comunidades y en nuestras iglesias, y que hemos promovido a nuestra gente en el pasado. Nuestras iglesias han hecho declaraciones sociales, cartas pastorales, alertas de acción y declaraciones conjuntas de nuestros obispos para definir lo que creemos es más importante en cada generación y en cada elección. Tenemos problemas particulares importantes para cada uno de nosotros; tenemos diferentes formas de definir nuestros enfoques teológicos a los problemas. Pero esto tenemos en común: el deseo de ser agentes para la mejora de nuestra sociedad, para el mejoramiento de sus ciudadanos.

Como obispos y líderes de iglesias cristianas históricas en los Estados Unidos de América, y en el área de Los Ángeles, creemos que toda la gente de nuestras iglesias debe usar el privilegio del voto en las elecciones nacionales, estatales y locales. Estamos profundamente comprometidos con el derecho de nuestro pueblo a votar, y creemos que cualquier esfuerzo por limitar el voto o hacerlo más difícil es inapropiado y equivocado, y desfavorece a las mismas personas que nos sentimos más obligados a defender. De hecho, a raíz de los acontecimientos que han galvanizado a la nación tras la muerte el 25 de mayo de George Floyd, es aún más importante asegurar que todas las voces sean escuchadas, especialmente las de los marginados. Lo hacemos por su bien, y por el bien de todos, para formar una unión más completa y, por lo tanto, más perfecta.

Aún más, aunque queremos que nuestra gente vote como cree, queremos que también entiendan que votar es una forma de vivir el principio de amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos. Debemos votar no sólo por nuestro propio interés, sino en formas que beneficien y, sobre todo, no dañen a nuestro prójimo. ¿Cuál es el valor como comunidad el beneficiarnos a expensas de nuestros vecinos? La ciudadanía ejercida de manera cristiana considera el bienestar de los demás tanto como el nuestro. Este no es un punto de vista que a menudo escuchamos expresado en nuestro discursos políticos, pero es fundamental para nosotros, y queremos elevarlo no sólo a nuestro propio pueblo, sino a la comunidad en su conjunto.

Fielmente,

El Rev. John Cager
Pastor, Guardián de la Iglesia A.M.E. & Presidente, Concilio de Líderes Religiosos de Los Ángeles

La Rev. Linda L. Culbertson
Presbítera General, Presbiterio del Pacífico

Su Eminencia, Arzobispo Hovnan Derderian
Primado, Diócesis Occidental de la Iglesia Armenia

Jacquelyn Dupont-Walker
Director, Commission de Acción Social, Iglesia A.M.E.

Obispo R. Guy Erwin
Sínodo del Suroeste de California, Iglesia Evangélica Luterana de América

Obispo Grant Hagiya
Conferencia California-Pacífico, Iglesia Metodista Unida

Reverendísimo Alexei Smith
Oficial Ecuménico, Arquidiócesis de Los Ángeles

Obispo Andrew A. Taylor
Sínodo Pacifica, Iglesia Evangélica Luterana en América

El Reverendísimo John Harvey Taylor
Obispo, Diócesis Episcopal de los Ángeles

Rev. Dr. Felix C. Villanueva
Ministro de Conferencia, Conferencia Sur de California-Nevada, Iglesia Unida de Cristo

(Los firmantes aparecen de izquierda a derecha, comenzando por la fila superior, alfabéticamente por apellido.)